Las marcas de los redimidos (Apocalipsis 14:1-5)
Introducción
¿Cuáles
son las marcas de los redimidos de Dios? En un continente llamado “cristiano”
con multitudes que llenan grandes templos y elevados porcentajes de personas
que se definen como cristianas, a veces se vuelve incierta la distinción o los
distintivos de los redimidos, de los hijos de Dios. En una época de tolerancia
y pluralismo, cuando lo que en otras épocas era todo un escándalo, pero ahora
es simplemente una opción más, pareciera que la iglesia también arrastrada por
esa misma tolerancia se está volviendo ciega en cuanto a sus distintivos, las
marcas de la iglesia parecen diluirse. Eso pasa cuando la fe se difunde en las
grandes masas y cuando la iglesia descuida su compromiso con la enseñanza y
predicación de la palabra y se dedica a otras cosas.
En
los días en que Juan escribía el Apocalipsis el cristianismo era un grupo
minoritario, perseguido y sufrido. En el capítulo anterior Juan ha descrito con
gran detalle la férrea oposición que los creyentes tendrán por parte del
enemigo de Dios, la Bestia. De manera que, ser un seguidor de Jesús podría
tener consecuencias sumamente duras. Pero, ante estas circunstancias, ellos
deben conocer y saber cuál es su posición ante Dios, cuál es su destino final y
por tanto qué es lo que les distingue de los demás. Estas deben ser las marcas
de todo creyente en toda época y lugar. ¿Cuáles son estas marcas? Abran la
Biblia en Apocalipsis 14 y consideremos los versículos 1-5.
Quisiera mostrarles en primer lugar que…
I. Los redimidos son soldados marcados al
lado de su gran Comandante (vr. 1)
De
entrada, Juan establece un gran contraste con el capítulo 13, donde nos ha
presentado a la Bestia, el anti-Cristo cuyos seguidores llevan su marca (666) en
la mano derecha o en la frente. Ahora Juan nos va a presentar a Cristo, el
Cordero inmolado, también junto sus seguidores que, por igual, llevan su marca.
Lo que estamos viendo es que para Dios no hay lugar a las ambigüedades, o
llevamos su marca o la de su enemigo. La marca de cada uno define a quien
pertenece, a quien uno le rinde lealtad (Mounce, Keener).
A.
Juan ve al Cordero en el Monte Sión (1ª)
1.
Debemos recordar que “el Cordero” es una
referencia a Cristo en su carácter de ofrenda que fue dada (¡muerto!) por
nosotros los pecadores. Así nos lo presentó Juan en el 4: 6-10.
2.
“de pie en el monte de Sión”. Es importante el
detalle que está “de pie”, ya que presenta al Señor como un guerrero preparado
para destruir a sus enemigos (Aune, Osborne. Yo agrego, “al frente de su
ejército de guerreros”). La idea viene dese el Salmo 2:6: “pero yo he puesto a
mi rey sobre Sión, mi santo monte”. Sión es el monte donde se sienta Jerusalén
y en la escatología judía, esta ciudad constituye el centro del reino futuro de
Dios (Joel 2:32; Is. 24:23; Mic. 4:7, etc.) y lugar de su victoria final (Ladd).
Así que, lo que tenemos aquí es una visión del triunfo escatológico del Cordero
(Osborne, Aune). Es probable que aquí represente el tempo celestial en el
presente, pero señalando a la nueva Jerusalén (Keener, CCCB. Cp. Osborne).
B.
Junto al Cordero está su ejercito con la marca
de Dios (1b).
1.
“y con él 144,000”: Algunos discuten si estos
144,000 son los mismos o son diferentes a los que ya se han mencionado en el
capítulo 7. Pero, lo más seguro es que se trata de las mismas personas a las
que se refieren los 144,000 del capítulo 7: “el número completo de los siervos
de Dios (7:3), los justos (1:1; 2:20; 22:6), los verdaderos seguidores del Dios
de Israel, los seguidores de Jesús, la Iglesia del Señor (Keener, CCCB, Aune, Mounce, Kistemaker, Ladd,
Morris, Stam). Estos 144,000, como en el capítulo 7, son entendidos como “un
enorme ejército verificados por un censo y reclutamiento precisos. Así que, los
que los 144,000 que son sellados en el capítulo 7 para enfrentar los juicios de
Dios sobre la tierra, son exactamente los mismos que acompañan al Señor en su
victoria final, “ninguno se ha perdido” (Mounce).
2.
“tenían el nombre de él y el de su Padre,
escrito en la frente”: este detalle acaba de confirmar que se trata de las
mismas personas del capítulo 7, ya que estos “siervos de nuestro Dios” habían
sido sellados en sus frentes (7:3). Aquí como allá, el sello está representando
la pertenencia y la seguridad de los sellados (Osborne), pero también la
lealtad de estas personas. “Sus portadores se han comprometido con el Cordero y
con su camino… son los vencedores sobre quienes el Cristo resucitado ha escrito
su nombre nuevo” (3:12, Mounce). El contraste con los sellados de la Bestia es
imperdible: aquellos llevan en sus frentes el número del mal, de la
imperfección, del pecado, estos llevan el nombre de Dios y de Cristo.
Aplicación:
Podemos estar seguros que ninguno perteneciente al ejército del Señor se
perderá. El problema radica es asegurarse que uno pertenece a este ejército.
Estos perseveran a través de tribulaciones, peligros, afrentas, desafíos, la
contradicción de un mundo hostil. Ellos permanecen fieles al Cordero. Al final
estarán de pie, victoriosos a su lado. ¿Eres tú de estos? ¿De verdad has sido
sellado para Dios? ¿Has rechazado el sello de la bestia al rehusar someterte a
los parámetros de este mundo, a la adoración de los falsos dioses que nos
seducen en esta época?
Podríamos
cerrar este punto diciendo que todos tenemos una marca invisible, pero
indeleble también. O llevamos el sello de Dios y del Cordero o llevamos el de
la Bestia. Los siguientes versículos van a aclararnos cómo saber, cuál es el
sello que llevamos.
Veamos entonces en 2º lugar que…
II. Los redimidos son los únicos que pueden
cantar la canción celestial (vrs. 2-3)
… ahora Juan pasa de lo visual
a lo auditivo: “¡qué importante es saber ver y oír! ¡Cuánto perdemos cuando
somos insensibles a Dios y lo que nos rodea! Por tener sus sentidos en alerta,
Juan pudo ver a Cristo y escuchar melodías celestiales” (Stam).
A.
Juan escucha un impresionante coro celestial que
canta delante de Dios (2-3ª)
1.
“y oí una voz del cielo”: la voz (fonén) que Juan oye proviene del cielo y
es descrita como algo impresionante por medio de tres símiles. Puede ser la voz
de las huestes celestiales o quizá más bien la de los 144,000 redimidos (Stam,
Mounce).
2.
“como estruendo de muchas aguas”: nuestra
imaginación puede volar al impresionante sonido de una gran catarata o de una
poderosa tormenta. La figura a veces alude a la voz de Dios (1:15; Ez. 43:2),
pero aquí, sin duda habla del sonido de la innumerable multitud celestial.
3.
“como sonido de un gran trueno”: los truenos
figuraban también en la descripción del trono celestial en 4:5. En 19:6, el
canto de la multitud de los redimidos se describe con estos mismos términos,
así que, aquí se trata de una multitud que alaba a Dios de manera impresionante
(Stam, Aune).
4.
“como de arpistas…”: este detalle le agrega
color al sonido, ya que esta potente voz ya que es voz, pero acompañada de
música. Lo que Juan oye es un grandioso coro que canta y acompaña el canto con
arpas. Como que Juan, gradualmente va reconociendo lo que escucha (Aune),
porque a la música él agrega…
5.
“Y cantaban un cántico nuevo delante del
trono…”. Ya en el libro hemos estado ante una escena de canto y de arpas. En
4:8-10: cuando el Cordero toma el libro todos los presentes (los 4 seres
vivientes y los 24 ancianos) con sus arpas en mano adoraron al Cordero inmolado
con otro “cantico nuevo” (¿sería el mismo en esta escena?). Debemos entender
que son los mismos arpistas los que cantan (Aune) (literalmente “guitarristas
guitarreando sus guitarras”, Stam) ¡Como que Juan nos dijera que donde el
Cordero está, siempre es un lugar de adoración y de música! Pero, ¿quiénes son
los guitarristas cantantes aquí?: a) No son los 24 ancianos y tampoco los 4
seres vivientes (criaturas angélicas) porque es delante de ellos y del trono
que cantan (Aune); b) en 15:2-4 los que han vencido a la bestia, también son
descritos con arpas y cantando. De manera que lo mejor es entender que estamos
ante el coro de los redimidos, los mismos 144,000 que están en el Monte Sión
con el Cordero (Así Stam, Mounce, Keener, Morris. Contra Ladd que prefiere
ángeles como los cantores) A continuación…
B.
Juan se da cuenta que sólo los redimidos pueden
cantar (3b)
1.
“y nadie podía aprender el cántico sino…” Esta
expresión es la que da problemas a algunos, ya que da la impresión de que
alguien más canta, (los ángeles) y los redimidos aprenden el canto. Pero sería
extraño que los ángeles que nunca experimentaron la redención estén enseñando
el cantico a quienes lo fueron (Morris, Stam, p. 294, nota 891). Por otro lado,
el verbo “aprender” tiene un campo de significados muy amplio como: entender,
oír, compartir, participar, experimentar incluso. Así que, puede muy bien estar
diciendo que sólo los redimidos pueden comprender o participar en este canto.
Ahora bien, el mismo texto dice que los redimidos son los 144,000.
2.
“redimidos”: habla de los salvados, los
rescatados de la esclavitud. Aquí, los salvados o redimidos son representados
por estos 144.000 que han salido victoriosos sobre la bestia (como mostrará
15:2-4). ¡Tú y yo estamos incluidos aquí hermano… si es que en verdad hemos
experimentado la redención del Cordero! Sólo ellos en todo el universo han
experimentado la redención, la obra salvífica del Cordero, por lo tanto, solo
ellos pueden comprender y cantar esta nueva canción.
Aplicación: Una de las marcas
ineludibles de los redimidos es su capacidad de adorar a Dios. No me refiero
simplemente a cantar a Dios. Cualquiera puede cantar una linda, rítmica y
“pegajosa” melodía para Dios. Pero sólo los verdaderos redimidos tienen la
capacidad de adorar al Señor, es decir, de cantarle en autentica adoración y de
hecho no puede evitar cantar al Señor porque es algo que nace de un corazón
lleno de gozo y gratitud por su salvación. Este libro nos lo muestra: “cuando
aparece el Cordero nace la música” (Stam): “ni en el capítulo 4, cuando la
corte celestial adora al Creador, se dice por ningún lado que aparezca el canto
o las “citaras”. Juan mismo, antes de ver al Cordero, lloraba (5:4). Pero
después de que aparece el Cordero, todo el universo se torna en un concierto
musical (5:6-14) y aquí, Juan que ve al Cordero y sus seguidores, y en seguida
están tocando arpas y entonando un cantico nuevo. El redimido canta, canta,
canta… ¿cantas tú? ¿Qué canto tienes en tu ser? ¿el canto de la vida loca? ¿el
canto de las pasiones inmorales? ¿el canto de la violencia y las revoluciones
humanas? Los redimidos cantamos al Cordero que nos ha redimido.
Pero, no es sólo cantar, como lo he dicho, el canto va muy
bien acompañado. Permíteme que te muestre lo que marca en definitiva a los
redimidos… En tercer lugar…
III. Los redimidos son claramente marcados
por su forma de vida (4-5)
A.
Ellos son puros para Dios (4ª)
“los que no se contaminaron con mujeres”: la expresión
nos suena extraña a los lectores del siglo XXI: ¿por qué se habla en términos
masculinos? ¿Por qué tienen que ser las mujeres las que contaminan a los
hombres y no al revés? Se nos diría. ¿No es esto machismo o sexismo? O, por
otro lado, las interrogantes se intensifican cuando se añade que “son
vírgenes”: entonces, ¿se está denigrando acaso el matrimonio al presentar a los
redimidos como personas que han renunciado a la vida matrimonial como si los
casados tuvieran un estatus inferior, como si el sexo matrimonial tuviera algún
efecto contaminante? Pero esta idea iría en contra del elevado aprecio que la
Biblia le da en cualquier parte al estado matrimonial. Por otro lado, en el
primer siglo no existían no por cerca los conceptos modernos de machismo o
sexismo. Así que no podemos culpar al Juan (sería una anacronismo, Stam 398-305).
Más bien debemos entender que Juan habla aquí, como es su costumbre, de forma simbólica, teniendo varias
ideas como trasfondo: 1) la frecuente descripción de la idolatría como
“fornicación espiritual”, 2) el requisito para los soldados que iban a la
guerra de abstenerse temporalmente de las relaciones sexuales y 3) el mismo
requisito para los sacerdotes cuando realizaban sus oficios sacerdotales
(Stam). Entonces, la metáfora de los fieles habla de su fidelidad a Dios, de su
abstinencia de contaminarse con el sistema pagano del mundo (Mounce). Como
soldados del ejército del Cordero a la usanza de los ejércitos de Israel, se
mantienen con idóneo vigor para pelear contra las fuerzas del mal (Foulkes,
Keener, Osborne). Se habla entonces del exclusivo compromiso de los redimidos,
que no pueden entregarse a intereses divididos (Keener). Son como una novia
pura para su esposo el Cordero como se describirá más adelante el libro
(19:7-8).
B.
Ellos son los que “siguen al Cordero por donde
quiera que va”(4b)
Esta es, sin
duda, la mejor descripción que se da a los discípulos del Señor en los
evangelios (Osborne). Era la invitación por excelencia de Jesús a quienes
llamaba: “venid en pos de mi” les dijo a Juan y Jacobo su hermano; “sígueme” le
dijo a Mateo; “si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, toma
su cruz y sígame”, dijo también. Esto habla de su total dedicación a Jesús
(Foulkes). Le imitan en el ejemplo de vida que modeló en la tierra y le
obedecen (Mounce). Pero no sólo eso, seguir a Jesús en sus propios términos
implicaría una entrega total y radical a su discipulado, poniéndole incluso por
encima de todas las demás relaciones, la familia misma. Se trata de una entrega
incondicional hasta la muerte (Stam). Juan está advirtiendo a los creyentes que
seguir a Jesús podría costarles la vida (Stam).
C.
Ellos fueron “redimidos… como primicias para
Dios y el Cordero” (4c).
1.
“redimir” viene del contexto del mercado (el ágora, el verbo es agorazo), así que la idea es que estos seguidores del Cordero han
sido “comprados”, el precio ha sido la sangre del Cordero, como han cantado en
el otro cantico nuevo (quizá sea el mismo) los 24 ancianos y los seres
vivientes en 5:9-10.
2.
“como primicias”: viene de la idea de las
ofrendas. Las primicias eran lo mejor de la cosecha, los primeros frutos que
era ofrecidos a Dios en gratitud (Osborne). La idea sería que estos 1444,000,
pertenecen enteramente a Dios sin reserva alguna (Stam)… Finalmente…
D.
Ellos son veraces e irreprensibles (5).
1.
“y en su boca no fue hallada mentira”: en
contraste a los mentirosos del mundo que calumnian a los creyenyes (3:9), a los
que alaban al anti-Cristo tragándose sus mentiras (13:4) y cuyo destino es la
condenación según 21:8 (Keener). Los redimidos del Señor hablan la verdad del
evangelio y renuncian a los falsos dioses sin importar el costo (Keener). Juan
es particularmente duro con todo lo que es falso, el habla contra: pseudo
apóstoles (2:2), pseudo judíos (2:9, 3:9), pseudo profetiza (2:20), pseudo
sabiduría (2:24) y pseudo prosperidad (3:17).
2.
“sin mancha”: probablemente hace referencia a la
calidad de los 1444,000 en su carácter de “ofrendas” para Dios. Es el término
que se usaba para referirse a una ofrenda apta para el sacrificio, carente de
defecto o contaminación (Stam).
Aplicación: Aquí tenemos un
mensaje para esos medio cristianos titubeantes y vacilantes, que a veces
parecen y a veces no parecen seguir a Jesús. A ellos Juan les llama a que se
definan de una vez, a que purifiquen sus corazones de tantas motivaciones
confusas y contradictorias que no encajan con la vida del discípulo que sigue
al Señor por donde quiera que va. Amar el mundo, sus modas, su inmoralidad, su
materialismo, su violencia, su depravación no tiene nada que ver con seguir a
Cristo. Ser cristiano es mucho más que sólo creer ciertas doctrinas o asistir a
los cultos, implica un compromiso radical de obediencia a Cristo. ¿Te has
definido ya o seguirás en la mentira de un falso cristianismo? ¡No existe
cristianismo mundano!
I/C: asegurémonos de llevar las marcas de
los redimidos con vidas entregadas genuinamente en adoración y exclusiva
lealtad a Jesús.
Conclusión
En
los tiempos de Juan, muchos “cristianos” no querían definirse. Los Nicolaítas,
por ejemplo, querían pertenecer a Cristo, pero también a la bestia; querían ser
cristianos, pero a la vez participar en el culto al imperio. Querían llevar
ambos nombres en sus frentes (el de la bestia y el del Cordero y su Padre),
pero no es posible porque sólo cabe el uno o el otro, pero no ambos. El nombre
en la frente define la lealtad última y definitiva de cada persona. En la hora
del juicio no quedará ningún espacio para la ambigüedad, cada cual habrá
declarado (con la vida que llevó) cuál era la marca que llevaba en su frente y
quién fue su verdadero Señor (Stam, Mounce). ¿Cuál es la marca que llevas en tu
vida?
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