Diferentes pero unidos. Romanos 15:1-13.

 

Introducción

¿En cuantas cosas hemos descubierto que somos diferentes entre los esposos o entre los hermanos?, cosas en las que opinamos o pensamos o preferimos de manera distinta. Tengo una hermanita en la carne (que amo tremendamente) con quine suelo tener interesantes discusiones teológicas. Discutimos, a veces, por más de una hora sobre algún tema relacionado a nuestra fe y no siempre coincidimos. A veces la discusión se pone intensa y acalorada, pero, al final, terminamos diciendo algo como “te quiero mucho, hermanita… hasta la próxima”. Mis amados hermanos, en la iglesia no siempre, o quizá debemos decir, nunca tendremos un pensamiento uniforme en cuanto a muchos temas o situaciones y esto es a veces peligroso porque puede llevarnos a deteriorar nuestra unidad como iglesia y a debilitarnos. Entonces, ¿qué podemos hacer ante nuestras inevitables diferencias? ¿Cómo podemos evitar que tales diferencias nos destruyan como comunidad eclesial? El texto que vamos a estudiar esta mañana puede darnos la clave.

Abran sus biblias en Romanos capítulo 15. Meditaremos en los versículos 1-13. Este texto puede considerarse la conclusión misma de la carta, pero especialmente de la sección que comienza en el capítulo 14. Pablo está preocupado por las diferencias que hay en la comunidad, específicamente entre los dos grupos que a integran, los judíos y los gentiles. Es probable que en la iglesia de Roma el grupo mayoritario era el de los gentiles. Es natural que ellos no tenían las mismas costumbres y tampoco las mismas opiniones que los cristianos judíos en cuanto a varios temas (ver 14:2 y 5). Las cuestiones que los estaban dividiendo eran asuntos relacionados a las comidas y a los días especiales.  Pablo va a indicar que existen temas en los que podemos ser diferentes y tener opiniones (cp. 14:1) distintas sin perder la unidad. Les podemos llamar “asuntos discutibles”, “controvertidos”, “de conciencia” o, “asuntos no esenciales a la fe”, en los que está bien o es aceptable tener diferencia de opinión sin que eso afecte nuestra fe y unidad. ¿Cómo lo gramos esto? Es lo que Pablo va a concluir en el párrafo que vamos a considerar a continuación, ayudándonos a entender, en primer lugar que…

I. Los de consciencia fuerte deben tener gracia con los de conciencia débil, imitando así a Cristo (vrs. 1- 4).

A.    Los fuertes soportan a los débiles al no imponer su preferencia (vr.1)

1.       “Los fuertes” (δυνατο) se mencionan por primera vez aquí y se ponen en contraste a “los débiles” (δυνάτων), que han sido introducidos en 14:1 (aunque con otro término: σθενοντα: “padecer debilidad espiritual o religiosa”, Tuggy). Tenemos a dos grupos en esta iglesia. ¿Cómo los identificamos? Por lo dicho en 14:2 y 5: los fuertes serían los que creen que se puede comer cualquier tipo de alimento y que todos los días son iguales, con el mismo valor. En tanto que los débiles serían aquellos que discriminaban o hacían diferencia en cuanto a las comidas (incluso había vegetarianos y abstemios, vrs. 2 y 21, Gorman) y en cuanto a los días: algunas comidas no se deben comer y algunos días son más especiales (por las fiestas religiosas) que otros. Nótese que Pablo se incluía entre los fuertes (lit. “nosotros los fuertes”). Uno irá comprendiendo que en esta iglesia de mayoría gentil, los fuertes son precisamente los gentiles y los débiles son los hermanos judíos. Los fuertes serían aquellos creyentes que son capaces de ver que su fe les permite comer carne, beber vino, no hacer distinción en los días; mientras que los débiles (mayormente judíos) serían aquellos todavía incapaces de entender esta verdad (ver a Moo y Cranfield). Esto nos dice que la “debilidad en la fe” (14:1) de los débiles “no se refiere a las afirmaciones esenciales del evangelio, ni al compromiso con Cristo, sino a las convicciones sobre prácticas controvertidas” (Gorman), en cuanto a la seguridad si la fe les permite hacer o no ciertas cosas (Cranfield).  Entonces los creyentes judíos, por su trasfondo religioso se sentían atados a sus costumbres culturales, en tanto que los gentiles tenían una fe si esas ataduras y escrúpulos.

2.       “Soportar las flaquezas de los débiles”: este es el deber de los fuertes (“debemos”, φείλομεν). Estas “flaquezas” no son fallas espirituales o morales (Moo, Gorman), sino una deficiencia en su entendimiento de la fe. Pero ¿qué significa “soportar” (βαστάζειν)? No se trata de aguantar o sufrir a regañadientes, de mala gana. Mas bien se trata de “sobrellevar pacientemente” (BDAG) las debilidades de los débiles. Se trata de “asumir activa y amorosamente” … moderando su conducta para ser sensibles e identificarse en lo posible con los débiles (Moo), ayudarlos en sus deficiencias (Schreiner). La actitud contraria sería se define en la frase “agradarnos a nosotros mismos”.

B.      Los fuertes (o quizá todos) deben buscar agradar al prójimo en lo que lo edificará (vr. 2).

1.    “Cada uno de nosotros”: es más probable que siga hablando a los fuertes (Cranfield) quienes debe procurar agradar a su prójimo y no a sí mismos, que a todos los creyentes en general (Clark y Gorman ¡aunque la decisión no es fácil!). “Cuando el ejercicio de nuestra libertad puede perjudicar al hermano más débil, debemos pensar en su bienestar y no en complacernos a nosotros mismos” (Clark, CBMH).

2.    “en lo que es bueno, para edificación”: se limita el mandamiento de agradar al prójimo. Naturalmente, no se puede agradar al otro en cualquier o cada cosa o situación. No podemos agradar a nadie en una conducta que va en contra de los mandamientos de la palabra de Dios. Se trata agradarlo en aquello que será para su bien y su edificación o crecimiento. En este contexto, implicaría que toda limitación de la libertad de los fuertes para agradar a los débiles debe pensarse en función su edificación, quizá su continuidad en la comunidad que es donde podrán crecer.

C.     El ejemplo que nos motiva es Cristo, según las Escrituras que nos dan esperanza (vrs. 3-4).

1.    “Cristo no se agradó a sí mismo”: Es claro que Cristo al encarnarse para vivir con nosotros y especialmente al morir por nosotros hizo a un lado su propia complacencia (cp. Mr. 10:45: “Yo no he venido para ser servido sino…”). Pablo cita Salmo 69:9 para apoyar su punto aplicándolo a Cristo, quien recibió los insultos de quienes rechazan a Dios. El punto es que, “Si él, por causa de los hombres, estaba dispuesto a llevar… la concentración del odio a Dios de todos los hombres… ¡cuán absurdamente ingratos seríamos nosotros si no estuviéramos dispuestos a renunciar a la gratificación propia en un asunto tan poco importante como el ejercicio de nuestra libertad con relación a lo que comemos o a la observación de días especiales, por amor a nuestros hermanos, por los cuales Cristo tanto sufrió!” (Cranfield).

2.    “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron…”. El ejemplo de Cristo, según la Escritura citada, debe producir paciencia (perseverancia, resistencia), consuelo (o estímulo, ánimo, aliento) y esperanza, por el magnífico resultado de la negación de Cristo al no agradarse a sí mismo, cuando Dios le vindicó resucitándole de los muertos, porque Dios honra a quienes sufren por él (Schreiner).  ¡Dios nos honrará y producirá mucha bendición cuando nos limitamos por amor a los que él ama!

Aplicación: 1. ¿En qué lado nos ubicaríamos nosotros? ¿Estaríamos entre los de conciencia débil o los de conciencia fuerte? Los primeros tienen una fe que ven más limitaciones en cuanto a la conducta, en tanto que los segundos tiene una fe que les hace confiar que algunas conductas no son necesariamente malas. Aunque ninguno es reprendido, parece que los fuertes han alcanzado una mejor comprensión de la fe (Pablo se ubicaba entre ellos). Así que hay un reto para ambos grupos: uno a profundizar más en su fe y los otros a practicar un espíritu humilde de paciencia y comprensión hacia los débiles. ¡Pero la sutileza de Pablo para no ofender a los judíos creyentes también es digna de imitar! 2. ¿Cuáles serían en nuestro caso esas cosas o prácticas “controvertidas”, “no esenciales”, de secundaria importancia, que los fuertes deberían limitar para no dañar a los de conciencia débil? ¿Podrían ser algunas modas o formas de vestir? ¿Bebidas alcohólicas? ¿Asistir a ciertos lugares que pueden ser considerados inadecuados para algunos creyentes? ¿Quizá los fuertes tienen que limitarse en poner en práctica algunas acciones que, se han convencido, que son bíblicamente correctas y hasta necesarias,  por amor a los débiles que aún no llegan a ese entendimiento. ¡Esto requiere paciencia, amor y esperanza!

… Si todos nos proponemos no agradarnos a nosotros mismos sino considerar a los demás, eso contribuirá grandemente a vivir ambos grupos en una hermosa comunión, que es lo que Pablo ora en los siguientes dos versículos. Entonces, en 2º lugar

II. Dios puede ayudarnos a lograr un mismo sentir que le glorifique (vrs. 5-6).

A.      Pablo ora por un mismo sentir en la iglesia (vr. 5) (desde aquí se dirige a toda la iglesia de Roma, sin distinciones, Cranfield).

1.    Pablo describe a Dios como “Dios de la paciencia y la consolación”, es decir, el Dios que produce (o es la fuente de, Cranfield, Schreiner) paciencia o capacidad de resistir, perseverancia y consolación o ánimo (las mismas cosas que ha dicho que producen las Escrituras). Lo que está pidiendo que tengamos requiere una obra de Dios, no es fácil. ¡Pero Dios y su Palabra pueden ayudarnos!

2.    “os de un mismo sentir según Cristo”: habla de la unidad deseada en la iglesia. Esta viene de manera especial de parte de Dios. “Según Cristo”, probablemente indica, el ejemplo de negación de Cristo que se acaba de mencionar en vr. 3 (Gorman). Todos necesitamos ese sentir de no agradarse a nosotros mismos por amor. “No se trata de una uniformidad en los temas que los dividen, ora para que se unifiquen aprendiendo a amarse y aceptarse unos a otros en medio de sus diferencias” (Schreiner, Mounce: c/u será guiado por su propia conciencia, según el cap. 14:5b-6). ¡No es una unidad lograda por la imposición de las opiniones de unos sobre las de los otros!

B.      El propósito de un mismo sentir es la alabanza unánime de Dios (vr. 6)

“Unánimes, a una voz, glorifiquen”. El propósito final, interesantemente, no es la unidad misma, sino la adoración conjunta y en armonía de toda la iglesia, la glorificación de Dios. ¡Cuánta importancia da Pablo a la adoración en unidad! Dios no puede ser honrado por una comunidad de creyentes dividida por opiniones (Schreiner). Pero Dios es honrado cuando le adoramos en armonía (“a una voz”) a pesar de nuestras diferencias. ¡En la adoración a nuestro magnificente Dios, nuestras diferencias palidecen!

Aplicación: ¡Qué difícil es dar gloria a Dios en el culto y en la vida en general cuando no nos importa la vida de los demás!  ¡Cuan poca o nada de gloria recibe Dios cuando decidimos hacer lo que nos agrada sin importarnos el impacto negativo que produciremos en algunos hermanos. ¡Nuestra alabanza quedará nula totalmente y Dios no será glorificado! ¿Será que podemos bajarle a nuestras preferencias y gustos con tal de priorizar la unidad para que Dios sea glorificado?

III. El deber cristiano es aceptarnos entre distintos porque Cristo nos aceptó para gloria de Dios (vrs. 7-13).

A.      La orden de Pablo es una aceptación mutua para gloria de Dios, como lo hizo Cristo (vr. 7). Aquí Pablo continúa pensando en el modelo de Cristo, pero introduce una nueva idea: la mutua aceptación, y es la conclusión a que ha querido llevarlos: “por lo tanto”.

1.    “Recibíos unos a otros” (προσλαμβάνεσθε: aceptar, acoger): es el mismo término usado en 14:1, “recibir al débil en la fe”. Pero aquí la exhortación es hacia ambos grupos: débiles y fuertes. Ambos deben aceptarse, reconocerse con aprecio unos a otros.

2.    “Como también Cristo nos recibió para gloria de Dios”: ¡No puede haber argumento más poderoso! ¡Si Cristo, el Santo, exaltado y sublime Hijo de Dios nos ha aceptado, tal cual pecadores indignos que somos, ¡cómo no aceptar a mi hermano que tiene una distinta opinión sobre temas tan secundarios! Y, de nuevo, el propósito es la gloria de Dios. Cristo nos aceptó porque esto traería gloria a Dios. Igual en la iglesia, al aceptarnos con aprecio y consideración, a pesar de las diferencias, traemos y logramos que Dios sea glorificado.

B.      La explicación es que Cristo se hizo siervo de los judíos por sus promesas y para que los gentiles se unan en alabanza (vrs. 8-12). Aquí, Pablo argumenta usando 4 citas del AT (de las 3 secciones de este: pentateuco, Sapienciales y profetas) para hacer su punto: que Cristo ha unido a judíos y gentiles en un solo pueblo para gloria de Dios. ¡Admirable prudencia de Pablo que hasta aquí insinúa la identidad de ambos grupos! (el grupo judío y el gentil).

1.    Cristo se hizo siervo de los judíos (la “circuncisión” se refiere a ellos) para honrar sus promesas (vr. 8). Al nacer como judío, Cristo les sirve cumpliendo las promesas hechas a sus antepasados.

2.    Cristo, al encarnarse tuvo el propósito de incluir a los gentiles (vrs. 9-12). Las cuatro citas que usa Pablo hablan de la inclusión de los gentiles como parte de su pueblo (Sal. 18:49, Dt. 32:43, Sal. 117:1 y Is. 11:10). Es interesante notar que el 2º propósito es que los gentiles glorifiquen a Dios, y las citas hablan de la unidad de los gentiles alabando a Dios y esperando en él. En Cristo, todos los creyentes nos unimos porque él es nuestra esperanza final, sin importar nuestras diferencias. ¡La adoración unida a Dios hace desvanecer nuestras espurias diferencias! ¡Aleluya!

C.     El deseo de Pablo es que la iglesia viva gozosa, en paz y esperanza (vr. 13)

Aplicación: 1) ¿Estaremos rechazando a algún creyente solo porque tiene opiniones diferentes a las mías? ¿Qué nos enseña este texto? Si Cristo nos aceptó y amó, no debemos hacer lo mismo con tales hermanos? 2) Cristo se hizo siervo para incluir a todos en su plan. Imitar a Cristo en su carácter de siervo es algo que necesitamos para fortalecer nuestra unidad. 3) ¿Cuánto gozo, paz y esperanza estamos cultivando en nuestras vidas personales y como iglesia? ¿Son estas nuestras características?

Terminemos, hermanos llevándonos este pensamiento a nuestros hogares:

Con la ayuda de Dios y para su gloria, aceptémonos unos a otros aún cuando pensemos diferente en asuntos secundarios.

Conclusión

               Una de las cosas más importantes en la vida de la iglesia es la unidad. Tenemos el reto de buscarla y procurarla a toda costa. Nunca podremos tener uniformidad de ideas tocante a muchos temas, ¡sin duda! Pero eso no debe impedir que nos veamos con cariño, respeto y consideración unos a otros, aunque seamos conscientes de nuestras diferencias. Dios nos ha puesto a todos los creyentes dentro de su pueblo para que busquemos la gloria de él, alabándole juntos, sirviéndoles juntos. No dejemos que diferentes puntos de vista en asuntos no esenciales nos dividan impidiéndonos traer honor a nuestro gran Dios. Oremos.

 

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