Punta de Lanza o Carne de Cañón: Un misionero latino lejos de su tierra.
Por Benjamín H. Álvarez. Sirviendo en Westfalia, Alemania 20 de diciembre de 2013.
Después de casi cuatro años en el campo misionero acá en Alemania, vuelvo a vivir una de esas noches en las que el sueño se me escapa, son las dos de la madrugada. Ya me disculpé por lo que voy a escribir para los que recibieron mi mensaje por correo electrónico. Para los que leen este artículo sin esa previa comunicación, valga la disculpa.
Ya se acerca navidad, ya solo faltan cuatro días, y por si fuera poco, hoy estamos cumpliendo 16 años de casados con mi esposa. La quería invitar al menos a almorzar, pero ella está quebrantada de salud, quizá, como me ha dicho, por toda la presión que significan estos años lejos de lo más familiar junto a la gran familia en Guatemala, privándonos también de nuestro clima tropical. He sido testigo de sus quebrantos a través de estos largos meses.
Mañana, o mejor dicho más tarde, de todos modos cuento con poco tiempo. Por la mañana y quizá hasta como a las cuatro de la tarde tengo mi día semanal de hacer limpieza y a partir de las cinco y media, actividad con el grupo de adolescentes de la iglesia. No, no piensen que hago limpieza todo el día en nuestro apartamento. Este es un trabajo que hago (y mi esposa también) desde que llegamos a Alemania en abril del 2010. Debido al escaso apoyo económico con el que contamos de parte de iglesias y hermanos en Cristo (cuyas ofrendas, aunque pocas siempre son un motivo de alta gratitud delante de nuestro Señor Jesucristo), nuestro presupuesto está lejos de ser completado para que podamos dedicarnos de lleno a los asuntos de ministerio. Y como no tuve la suerte de aprender otra vocación que la del ministerio de la iglesia, pues al menos me defiendo con escoba y trapeador, cosa que hice también durante mis cuatro primeros años de estudio en SETECA, Guatemala. Así que así como me ven, soy un “misionero biocupacional”, “tent maker” ¿o debería decir “tent cleaner”?
Ya se acerca navidad y mi hijo no recibirá su regalo deseado, ya lo sé, al igual que muchos niños sobre esta tierra, pero hoy no quisiera que piensen precisamente en los pobres y desamparados que en la noche de navidad ni siquiera tendrán qué comer, como muchos otros días (recuerda que el Maestro dijo que a los pobres siempre los tendréis). Hoy tampoco quiero que piensen en mí y en mi familia necesariamente. Nosotros al menos tendremos comida, aunque la compartamos en una cena entre nosotros tres, y seguramente nos vayamos a la cama temprano, tratando de disimular que extrañamos aquellas reuniones familiares un poco más concurridas, cerca de los nuestros. Quisiera llamar tu atención hacia aquél misionero o misionera por el que un día se oró en tu iglesia, y al que tú mismo le dijiste que orarías por él, o incluso hasta que darías una ofrenda para su ministerio. Quizá incluso le impusiste las manos en nombre de la iglesia de Cristo.
Somos nosotros, acá en el campo lejano. Somos “punta de lanza”, nos profetizaron muchos, somos “pioneros”. Créanme que esas palabras me animaron mucho en su momento, y para ser honesto son palabras que aún me sostienen. Sin embargo, a veces me siento traicionado por el ejército que represento, y en vez de ser como punta de lanza, me siento como “carne de cañón”. Como esos soldados más inexpertos y tontos enviados al frente con la certeza de que no conseguirán nada, que darán sus vidas para que el enemigo gaste sus municiones, mientras la retaguardia (donde están los soldados más experimentados y valiosos) planea su avance o mejor aún su huída.
Ya sé, nuestro movimiento misionero latino es reciente y tenemos mucho que aprender. Y los compatriotas guatemaltecos dicen que “echando a perder se aprende”. Honestamente me daría pena perder la vida como carne de cañón. Preferiría gastarla como punta de lanza. Aunque de todos modos mi vida y la de muchos colegas misioneros quede sepultada y perdida en el campo de batalla y nunca sea encontrada por los “arqueólogos de las misiones”, me será suficiente recompensa que mi Señor un día me diga, “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor”.
Y precisamente porque nos extendemos como viendo al invisible hacia esa recompensa, es que hoy les pido perdón a los que se sientan ofendidos con mis palabras. Cuando Dios nos llamó a las misiones a través de un predicador o misionero, nosotros nos tomamos en serio el llamado, fuimos tan crédulos que vean dónde vinimos a parar. ¿Qué pasó con los que hicieron compromiso de orar? ¿de ofrendar? ¿de escribir? ¿Qué fue de los que nos impusieron las manos? ¿Acaso se olvidaron de nosotros?
No me malinterpretes, no escribo estas letras con rabia, sino con lágrimas en mi rostro... Te he abierto quizá demasiado mi corazón. Pero no olvides que alzo la voz también por mis colegas en el campo misionero. Casi sin excepción cuando comparto con ellos acerca de mis problemas financieros, me dicen con estoica resignación y hasta con una sonrisa: “bienvenido al club”. Queremos ser verdaderamente punta de lanza y que detrás nuestro haya un ejército valiente dispuesto a avanzar. Y que ese avance sea tal, que volvamos a ser levantados una y otra vez como lanzas hasta que realmente quedemos inutilizables. Pero no queremos ser lanzados para ser olvidados, y si ese fuera el caso que seamos verdaderamente impulsados como puntas de lanza y no como carne de cañón.
Ahora para cerrar, me da pena desearte una feliz navidad, luego de lo que he escrito. Pero deseo que la pases bien. Seguramente recibirás un saludo de navidad de algunos de mis colegas misioneros. ¿Cuál es el reto práctico? Piensa en ese misionero o misionera con el que más te identificas. Ora por él o por ella y su familia de manera muy seria en la noche de navidad. ¿Puedes escribirle? Hazlo. ¿Puedes llamarle por teléfono? Mucho mejor. ¿Puedes ofrendar para el ministerio al que Dios le ha llamado? Entonces haz un compromiso firme y cúmplelo. Solo así haremos que las misiones dejen de ser una linda conferencia o una canción, y que pase a ser un estilo de vida de la iglesia de Cristo, el ejército de Dios contra el cual ni las puertas del hades deben prevalecer.
Yo no soy el mejor recaudador de fondos para las misiones. Siempre he tenido problemas con ese asunto. Hago mis viajes para informar del ministerio, les relato la verdad de lo que vivimos en el campo y hasta reparto tarjetas de oración con mi número de cuenta. Y estoy seguro que mis colegas han hecho algo parecido o mejor. De mi parte no serás manipulado para que des como “por obligación” o “por tristeza”. Si esta carta te causó tristeza, resuelve eso delante de Dios. Si te causó molestia, te invito siempre a ir delante de Dios. Pero si vas a dar algo, dalo hasta que sientas gozo, porque Dios ama al dador alegre.
Si después de orar, sientes la convicción de que otras personas que están detrás del movimiento misionero latino deben leer este escrito, siéntete en la libertad de enviarlo a tus contactos. Espero que nuestra voz como misioneros en el campo sea escuchada por nuestra base de envío: iglesias, agencias misioneras, pastores y centros de formación. Esta no es una carta anónima y tampoco el resultado de un diálogo con otros misioneros. Asumo solitariamente la responsabilidad de su contenido. B.A
La imagen proviene del museo romano de la ciudad de Xanten, Westfalia, Alemania. Las diversas puntas de lanza corresponden a hallazgos arquelógicos en esa ciudad que fuera un campamento romano desde el año 12 antes de Cristo (Vetera I) y que en el año 100 d. C. llegó a ser la “Colonia Ulpia Traiana”. Fotografía por Benjamín H. Álvarez.
Después de casi cuatro años en el campo misionero acá en Alemania, vuelvo a vivir una de esas noches en las que el sueño se me escapa, son las dos de la madrugada. Ya me disculpé por lo que voy a escribir para los que recibieron mi mensaje por correo electrónico. Para los que leen este artículo sin esa previa comunicación, valga la disculpa.
Ya se acerca navidad, ya solo faltan cuatro días, y por si fuera poco, hoy estamos cumpliendo 16 años de casados con mi esposa. La quería invitar al menos a almorzar, pero ella está quebrantada de salud, quizá, como me ha dicho, por toda la presión que significan estos años lejos de lo más familiar junto a la gran familia en Guatemala, privándonos también de nuestro clima tropical. He sido testigo de sus quebrantos a través de estos largos meses.
Mañana, o mejor dicho más tarde, de todos modos cuento con poco tiempo. Por la mañana y quizá hasta como a las cuatro de la tarde tengo mi día semanal de hacer limpieza y a partir de las cinco y media, actividad con el grupo de adolescentes de la iglesia. No, no piensen que hago limpieza todo el día en nuestro apartamento. Este es un trabajo que hago (y mi esposa también) desde que llegamos a Alemania en abril del 2010. Debido al escaso apoyo económico con el que contamos de parte de iglesias y hermanos en Cristo (cuyas ofrendas, aunque pocas siempre son un motivo de alta gratitud delante de nuestro Señor Jesucristo), nuestro presupuesto está lejos de ser completado para que podamos dedicarnos de lleno a los asuntos de ministerio. Y como no tuve la suerte de aprender otra vocación que la del ministerio de la iglesia, pues al menos me defiendo con escoba y trapeador, cosa que hice también durante mis cuatro primeros años de estudio en SETECA, Guatemala. Así que así como me ven, soy un “misionero biocupacional”, “tent maker” ¿o debería decir “tent cleaner”?
Ya se acerca navidad y mi hijo no recibirá su regalo deseado, ya lo sé, al igual que muchos niños sobre esta tierra, pero hoy no quisiera que piensen precisamente en los pobres y desamparados que en la noche de navidad ni siquiera tendrán qué comer, como muchos otros días (recuerda que el Maestro dijo que a los pobres siempre los tendréis). Hoy tampoco quiero que piensen en mí y en mi familia necesariamente. Nosotros al menos tendremos comida, aunque la compartamos en una cena entre nosotros tres, y seguramente nos vayamos a la cama temprano, tratando de disimular que extrañamos aquellas reuniones familiares un poco más concurridas, cerca de los nuestros. Quisiera llamar tu atención hacia aquél misionero o misionera por el que un día se oró en tu iglesia, y al que tú mismo le dijiste que orarías por él, o incluso hasta que darías una ofrenda para su ministerio. Quizá incluso le impusiste las manos en nombre de la iglesia de Cristo.
Somos nosotros, acá en el campo lejano. Somos “punta de lanza”, nos profetizaron muchos, somos “pioneros”. Créanme que esas palabras me animaron mucho en su momento, y para ser honesto son palabras que aún me sostienen. Sin embargo, a veces me siento traicionado por el ejército que represento, y en vez de ser como punta de lanza, me siento como “carne de cañón”. Como esos soldados más inexpertos y tontos enviados al frente con la certeza de que no conseguirán nada, que darán sus vidas para que el enemigo gaste sus municiones, mientras la retaguardia (donde están los soldados más experimentados y valiosos) planea su avance o mejor aún su huída.
Ya sé, nuestro movimiento misionero latino es reciente y tenemos mucho que aprender. Y los compatriotas guatemaltecos dicen que “echando a perder se aprende”. Honestamente me daría pena perder la vida como carne de cañón. Preferiría gastarla como punta de lanza. Aunque de todos modos mi vida y la de muchos colegas misioneros quede sepultada y perdida en el campo de batalla y nunca sea encontrada por los “arqueólogos de las misiones”, me será suficiente recompensa que mi Señor un día me diga, “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor”.
Y precisamente porque nos extendemos como viendo al invisible hacia esa recompensa, es que hoy les pido perdón a los que se sientan ofendidos con mis palabras. Cuando Dios nos llamó a las misiones a través de un predicador o misionero, nosotros nos tomamos en serio el llamado, fuimos tan crédulos que vean dónde vinimos a parar. ¿Qué pasó con los que hicieron compromiso de orar? ¿de ofrendar? ¿de escribir? ¿Qué fue de los que nos impusieron las manos? ¿Acaso se olvidaron de nosotros?
No me malinterpretes, no escribo estas letras con rabia, sino con lágrimas en mi rostro... Te he abierto quizá demasiado mi corazón. Pero no olvides que alzo la voz también por mis colegas en el campo misionero. Casi sin excepción cuando comparto con ellos acerca de mis problemas financieros, me dicen con estoica resignación y hasta con una sonrisa: “bienvenido al club”. Queremos ser verdaderamente punta de lanza y que detrás nuestro haya un ejército valiente dispuesto a avanzar. Y que ese avance sea tal, que volvamos a ser levantados una y otra vez como lanzas hasta que realmente quedemos inutilizables. Pero no queremos ser lanzados para ser olvidados, y si ese fuera el caso que seamos verdaderamente impulsados como puntas de lanza y no como carne de cañón.
Ahora para cerrar, me da pena desearte una feliz navidad, luego de lo que he escrito. Pero deseo que la pases bien. Seguramente recibirás un saludo de navidad de algunos de mis colegas misioneros. ¿Cuál es el reto práctico? Piensa en ese misionero o misionera con el que más te identificas. Ora por él o por ella y su familia de manera muy seria en la noche de navidad. ¿Puedes escribirle? Hazlo. ¿Puedes llamarle por teléfono? Mucho mejor. ¿Puedes ofrendar para el ministerio al que Dios le ha llamado? Entonces haz un compromiso firme y cúmplelo. Solo así haremos que las misiones dejen de ser una linda conferencia o una canción, y que pase a ser un estilo de vida de la iglesia de Cristo, el ejército de Dios contra el cual ni las puertas del hades deben prevalecer.
Yo no soy el mejor recaudador de fondos para las misiones. Siempre he tenido problemas con ese asunto. Hago mis viajes para informar del ministerio, les relato la verdad de lo que vivimos en el campo y hasta reparto tarjetas de oración con mi número de cuenta. Y estoy seguro que mis colegas han hecho algo parecido o mejor. De mi parte no serás manipulado para que des como “por obligación” o “por tristeza”. Si esta carta te causó tristeza, resuelve eso delante de Dios. Si te causó molestia, te invito siempre a ir delante de Dios. Pero si vas a dar algo, dalo hasta que sientas gozo, porque Dios ama al dador alegre.
Si después de orar, sientes la convicción de que otras personas que están detrás del movimiento misionero latino deben leer este escrito, siéntete en la libertad de enviarlo a tus contactos. Espero que nuestra voz como misioneros en el campo sea escuchada por nuestra base de envío: iglesias, agencias misioneras, pastores y centros de formación. Esta no es una carta anónima y tampoco el resultado de un diálogo con otros misioneros. Asumo solitariamente la responsabilidad de su contenido. B.A
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