El cielo adora ¿Qué hago yo? Apocalipsis 4
Introducción:
El 2016 lo estamos iniciando con
muy “malas vibras” en el país. La muerte cabalga campante, la justicia
pareciera ciega y parcial, la corrupción se huele desde las altas esferas de la
política y el poder hasta los aspectos más familiares como lo es el deporte. ¡Se
puede hablar hasta la saciedad de tantas situaciones negativas que imperan en
nuestra sociedad! Esto puede llevarnos a la desesperanza, a tener crisis de fe,
a sentirnos confundidos, a pensar que Dios no está ahí, que el mundo gira a su
caprichoso antojo y sus giros no son para bien sino para mal. ¿Es que Dios nos ha abandonado? ¿A caso no
está él involucrado en lo que sucede en su magnífica creación? ¿A caso estamos
a la deriva en el devenir de la historia manejada, por lo que se puede ver, por
las oscuras fuerzas del mal?
Los cristianos del primer siglo
tendrían preguntas parecidas y aún peores cuando se veían a sí mismos expuestos
a las amenazas de una sociedad por demás idólatra e inmoral y de un poder
imperial que no admitía lo más central de su fe: la exclusiva adoración del
Señor. La respuesta a aquella iglesia afligida y a las preocupaciones de la iglesia
de nuestro tiempo, fueron las visiones de Juan, quien después de recibir mensajes
de ánimo y exhortación para las iglesias recibe una segunda visión que les
recordó ellos y nos recuerda a nosotros cuál es la realidad detrás de lo que
vemos en las circunstancias históricas que nos tocan vivir. Pero también nos
dice cómo debemos vivir cuando reconocemos esa realidad. Abramos nuestras
biblias en Apocalipsis capítulo 4 y consideremos dos verdades que nos dan la
perspectiva cristiana cuando vivimos en un mundo que parece doblegado por el
mal. Veamos en 1er lugar que…
I. Dios está en
su trono glorioso y gobierna sobre toda su creación (vrs. 1-8ª)
A.
Juan tiene una segunda visión donde es invitado al cielo para recibir más revelación
(vr.1)
1)
“Después de esto”: es una
expresión que Juan usa para pasar de una visión a otra (cp. 7:9, 15:5, 18:1. Keener, CCCB). Lo que
está diciendo es que esta es una segunda visión después de la que ha visto y
que nos ha narrado desde 1:9 hasta el capitulo 3.
2)
Juan
observa “una puerta abierta en el cielo”: de manera que lo que está a punto de mostrársele
a Juan es algo que tiene lugar en el cielo mismo. Debemos suponer (por el
participio, perfecto y pasivo) que es Dios quien ha abierto la puerta del cielo
a Juan (pasivo divino, Aune). Pero ¿quién es el que habla a Juan?
3)
“La
primera voz que oí, como de trompeta”: la referencia es a la voz que le habló
cuando tuvo su primer visión en 1:10 y a la conclusión que debemos llegar es
que al igual que en la primer visión, quien se dirige a Juan no es otro sino
Jesucristo (cp. 1:17-18. Morris, Mounce.
Osborne cree que el que habla es Cristo, pero cree que la referencia a
la voz no es a la de 1:10, sino a la voz actual). Entonces, más específicamente
es el Cristo quien abre este acceso celestial a Juan.
4)
“las cosas
que sucederán después de estas”: como en 1:19, esta expresión hace referencia a
las cosas futuras desde la perspectiva de Juan. “Estas cosas” parecen referirse
al presente de Juan (Stam, Kistemaker, Mounce): Esto nos incluye a nosotros en
el presente (en el futuro de Juan) y después de nosotros. ¿No debemos pensar
que las cosas que están por revelarse en el libro son cosas del futuro lejano y
final, tienen que ver con la historia de la humanidad, de la iglesia, de
nosotros.
B.
A Juan se
le muestra el trono mismo de Dios en su glorioso esplendor (vrs. 2-8ª). El tema
del trono es central aquí. Se menciona 13 veces sólo en el capítulo y es el
símbolo de la sobreaña majestad del rey (Osborne) ¿De quién se trata?
1)
La figura principal en la visión
es un trono y su glorioso ocupante (vrs. 2-3)
a) “Estaba en el
Espíritu”: es obvio que habla del Espíritu de Dios, y simplemente Juan está
diciendo que estaba en un estado visionario, probablemente un estado de éxtasis
(Mounce). Hay que aclarar que Juan no habla de un traslado “físico” al cielo.
Recordemos que es una visión. Tampoco se puede pretender ver aquí una figura
del “arrebatamiento de la iglesia”. ¡Juan no sabe nada de tal cosa en su libro!
(Mounce).
b)
Lo que Juan ve es “un trono establecido
en el cielo y uno sentado”: notemos que cuando se abre la puerta del cielo, lo
que tenemos es ¡el Salón del trono de un gran Rey! En nuestra mente tenemos
clara al idea de la identidad de este que está sentado… pero dejemos que Juan
nos lo diga. Recordemos que Isaías (6:1) tuvo esta misma revelación.
c) “el aspecto del que estaba
sentado”: el entronizado es lo central aquí. En lugar de presentarse con
aspectos humano, este Ser se describe con la brillantez, colores y la luz de
las piedras preciosas y del arcoíris que rodea el trono (Mounce, Osborne). Es
difícil determinar las piedras exactas referidas y tampoco hay que buscarles
algún significado simbólico. Más bien en su conjunto describen la majestad de
este Ser, fulgurante y vestido de luz (Mounce). Recordemos que Pablo describe
al Señor como el que “habita en luz inaccesible” (1 Tim. 6:16). Pero el salón
del trono tiene otros ocupantes…
2)
El trono central está rodeado por
24 tronos con sus ocupantes (vr. 4):
a) “Alrededor del
trono”: notemos que lo que domina la escena es el trono central.
b)
“24 tronos… y 24 ancianos”:
Rodeando el trono están estos personajes, sentados en sus respectivos tronos.
Ellos se visten con ropas blancas y llevan coronas.
c) Se han dado muchas interpretaciones para ellos. Una compilación de
todas las posibilidades, incorporadas en las dos ideas predominantes sobre lo
que son, o a quiénes representan estos 24 personajes así como la función que
realizan se puede resumir en 2
posibilidades, siendo muy difícil decidir por cualquiera de ellas:
1.
Representan a los redimidos de
todos los tiempos, entendiendo el número 24 como la suma de los 12 patriarcas
(Israel) más los 12 apóstoles (la iglesia) [Kitemaker, Keener, Patterson,
Foulkes, Walvoord. Hay puntos a favor de esta interpretación: en 7:9, los
redimidos ya en el cielo rodena el trono de Dios (Kistemaker); el término
“anciano” sería extraño que se refiriera a “ángeles”, pues en la Biblia nunca
se usa de esta manera (casi), sino más bien tanto en el AT como en la época de
Jesús y luego en la apostólica como en la post-apostólica “ancianos” se usó
para referirse a los líderes ya sea de Israel o de la iglesia (Kistemaker,
Patterson); el hecho de que estén en sus tronos y lleven la corona del vencedor
y la blancura de sus ropas (Walvoord, Foulkes. En 3:21 se dice que los
creyentes vencedores reinarán con Cristo en su trono. Tambien a los 12 se les
prometió sentarse en 12 tronos para juzgar a las 12 tribus [Mat. 19:28]). Sin
embargo, esta postura tiene varias debilidades, especialmente a la luz del
contexto de Apocalípsis: en el libro parece que ancianos y santos o creyentes
son diferenciados, por ejemplo, en 5:8, ellos sostiene copas con incienso que
representan las oraciones de santos de hecho, en 8:3 se le atribuye a un ángel
esta función), en 7:13-14 ellos le explican a Juan quiénes son los santos victoriosos,
en 11:18 alaban a Dios por la recompensa de los santos, los ancianos están
sentados en tronos (4:4, 11:6), mientras que los santos están de pie delante
del trono, también se diferencian en 5:11, 7:9-11 y 14:3 (Borkamm, Osborne,
Ladd), a uno de ellos Juan le llama “señor”, lo cuál sería inapropiado para un
compañero creyente (Ladd). Por otro lado la traducción de 5:9-10 en la RV60, donde
los 24 ancianos cantan un cantico nuevo y expresan en 1ª persona plural “nos
has redimido… nos has hecho reyes y sacerdotes.., y reinaremos… se basa en la
menos favorable y errónea lectura (en vr. 9 no existe la primera persona plural
como objeto y en vr. 10 “nos has hecho”, más bien es “los has hecho [a ellos]”,
y “reinaremos” es más bien “reinarán”), como lo han reconocido las traducciones
más recientes (CAB,
BLA, NVI, RVA, cp. B.
M. Metzger, A
Textual Commentary On The Greek New
Testament). La lectura correcta más bien coloca aparte a los 24 ancianos
de los redimidos (Mounce).
2.
Los
24 ancianos son o representan (simbólicamente) una clase de criaturas angélicas
que comparten el reinado de Dios y cumplen funciones reales, sacerdotales y
quizá judiciales (Ladd, Mounce, Stam, Morris, Borkamm, Osborne). El trasfondo
puede ser las 24 órdenes sacerdotales y levíticas en el AT (1 Cr. 24:4;
25:9-13). En adición a los puntos que desfavorecen la idea que sean los
redimidos, también favorece que se trate de seres angélicos las siguientes
observaciones: el vestido blanco en común en los ángeles, Pablo se refiere a
ciertos rangos de ángeles como “tronos”, “principados”, “gobernantes” (Col.
1:16, Ro. 8:38), en el AT, Dios es descrito varias veces como rodeados por un
concilio de seres celestiales (Ladd, Borkamm, Sal. 89:7; Is. 24:23; 1ª R.
22:19).
3.
En
conclusión: la evidencia está bastante dividida. De manera que pueden ser ya
sea seres celestiales o angélicos como podrían representar a los santos
redimidos.
d)
Las
ropas blancas y las coronas que llevan: hacen referencia a su pureza, santidad
y sus funciones sacerdotales y reales, sea que representen a seres angélicos o a
seres humanos (Mounce).
3)
El trono central se describe con
gran actividad y esplendor (vrs. 5-6ª)
a) “…salían
relámpagos voces y truenos (5ª lit.)”: son comunes manifestaciones de la
presencia divina en el AT. (Ex. 19:16; Ez. 1:13) simbolizando el poder,
majestad y gloria de Dios (Ladd, Mounce). Esta visión recordaría a la iglesia
que el Dios trascendente e inaccesible era el mismo que en el pasado redimió a
Israel (Mounce).
b)
“…siete lámparas de fuego… son los
siete espíritus de Dios”(5b): Ya se hizo referencia a “los siete espíritus de
Dios” en 1:4. Aquí son representados por siete lámparas o antorchas de fuego ardiente. Tanto aquí como allá
se dice que “están delante del trono”. Como se ha dicho en 1:4, los siete espíritus
se refieren al Espíritu de Dios en su plenitud. En 3:1, el Cristo exaltado
quien posee los 7 Espíritus de Dios y en 5:6 los 7 ojos del Cordero inmolado
son “los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (cp. Zac.
4:1-10). Así que los siete Espíritus de Dios también son los de Cristo por
medio del cual Dios supervisa y juzga su creación (Osborne, Ladd).
c) “…delante del trono… un mar de
vidrio” (6ª): El trasfondo de esta figura viene de la visión dada a los
ancianos de Israel en Ex. 24:10: “…y Había debajo de sus pies como un
embaldosado de zafiro…”; de la visión de Ezequiel en 1:22: “…una expansión a
manera de cristal maravilloso”; y del mar de bronce que Salomón mandó a hacer
en el templo (1 R. 7:23). El énfasis, además de agregar majestad a la presencia
divina (Ladd), enfatiza la impresionante
inmensidad de Dios, su trascendencia y santidad que lo separa de su creación (Osborne,
Mounce).
4)
El trono central también es rodeado por cuatro seres
vivientes (vrs. 6b-8ª): sin duda son los cuatro seres vivientes que Ezequiel
vio en su visión del trono de Dios (Ez. 1:5-10). A diferencia de los de
Ezequiel que tenían 4 caras cada uno (de hombre, de león, de buey y de águila)
y con cuatro alas cada uno, estos sólo tienen una cara respectivamente y seis
alas en lugar de cuatro. En este último aspecto son semejantes a los
“serafines” de la visión de Isaías 6.
a) “…en medio (no “junto a” como RV60) y
alrededor”: su ubicación es algo confusa (“en medio y alrededor”), pero lo
cierto es que son parte integra de la escena del gran trono de Dios (Moune,
Osborne).
b)
“llenos de ojos”: En Ezequiel son las ruedas que sostienen el trono de
Dios las que están llenas de ojos (1:18). Pero aquí los seres vivientes los llenos de ojos. Pueden indicar la incesante
vigilancia de Dios (Ladd, Osborne), aún se puede extender la figura a su
omnisciencia (Osborne). No hay nada en la tierra que les esté oculto y ¡cuanto
menos a Dios!! (Keener).
c)
“semejante a un león… becerro… hombre, águila” (vr. 7): las formas de
los seres vivientes, parecen representar a la totalidad del orden creado. La
sugerencia se basa en un dicho rabínico del AD 300 que dice: “el más poderoso
entre las aves es el águila, entre los animales domésticos en el toro, entre
las bestias salvajes es el león y el más poderoso de todos es el hombre”
(Morris nos da esta cita y los demás siguen la propuesta: Osborne, Stam, Foulkes,
Keener, Kistemaker, Ladd, Mounce). Sin embargo no se debe pasar por alto que
estas criaturas tienen como trasfondo una combinación de los querubines de
Ezequiel 1 y 10 y los serafines de Isaías 6. En Ezequiel ellos llevan el
carro-trono de Dios, en Isaías (6:3) dirigen la adoración celestial, figuras de
ellos fueron puestos sobre cada extremo del arca del pacto, con sus alas
extendidas sobre el (Ex. 25:18-20). Aquí en Apocalipsis, ellos dirigen la
adoración (4:6-9; 5:8-9, 11; 19:4), pero también dirigen el derramamiento del
juicio divino (6:1, 3, 5-7; 15:7). En
conclusión, lo más probable es que ellos son los líderes de la corte
celestial, representan el más alto orden de seres celestiales y dirigen la
adoración y los juicios de Dios. Al mismo tiempo representan a la totalidad del
orden creado delante de Dios (Osborne).
d)
“…seis alas… llenos de ojos” (8ª):
Ya mencionamos arriba estos detalles. Quizá vale la pena referirnos al uso que
estos seres angélicos dan a sus seis alas en Isaías 6: 2: “Por encima de él
había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos
cubrían sus pies, y con dos volaban”. La imagen habla de la reverencia que
estos seres tienen para con el gran Dios que está sentado en su trono.
Aplicación: Así concluye la
terrible e impresionante descripción de Juan del trono de Dios que presenció en
su visión. ¿Qué debe decirnos a nosotros esta dramática descripción? 1) Dios es
el gran rey que permanece en su trono glorioso, inconmovible, invencible,
soberano. La visión de Juan se propone, indudablemente, hacernos considerar la
grandeza de Dios mientras transitamos en nuestras luchas temporales de nuestra
historia y de nuestras vidas. Cada vez que nos sentimos amenazados por las
circunstancias en medio de las que vivimos, cada vez que sentimos que el mundo
va de mal en peor, cuando sentimos que el mal triunfa, cuando nuestras metas
terrenales parecen muy lejanas y nos desanimamos, cuando se enferman nuestros
padres o hijos, cuando hay un accidente trágico. Como los creyentes del 1er
siglo, nosotros debemos volver a la visión de Juan, a la corte celestial y
confesar que nuestro Dios está en su trono, él está en control de toda su
creación. Aunque no comprendamos actualmente lo que pasa, ¡vamos a confiar! Mi
Dios gobierna, aunque la muerte se acerque a nuestra puerta, puedo confiar que
él me guía aún en ese camino. ¡Todo, todo, todo está bajo el control y dominio
soberano de mi Dios! 2) Si nuestro Dios es este Dios revelado a Juan, único,
soberano, creador, rey entronado, ¿acaso no debe tener el primer lugar en
nuestras vidas? ¿A caso no debe ser el objeto central de nuestro amor, nuestra
devoción y temor? ¿Qué debemos hacer con los ídolos que hemos puesto a competir
con él a los que entregamos nuestra “adoración”, nuestro amor pasión? ¿Cuáles
son nuestros ídolos? ¿Es nuestra profesión? ¿a caso nuestro negocio? ¿o
nuestros hijos idolatrados? ¿A caso nuestro éxito personal a costa de un
abandono de mi Dios? ¿Qué es lo que debería consumir mis fuerzas, mi pasión, mi
devoción y entrega total? ¿Es este Dios de la Biblia o será algo o alguien
diferente?
Ahora que este gran Dios ha sido
presentado en su trono y esplendor, ¿cómo deberían actuar sus criaturas? ¿Cuál
es la mejor respuesta que debería tener su creación, sus criaturas? Dejemos que
los seres que rodean el trono de Dios nos instruyan como lo hicieron a la
iglesia del primer siglo… En segundo lugar démonos cuenta de que…
II. La única y
adecuada respuesta al Dios soberano es la adoración (vrs. 8b-11)
A.
Los seres vivientes adoran al Dios
entronizado exaltando sus sin iguales atributos (vr. 8b)
1)
“no cesaban” y “día y noche de
decir”: pone gran énfasis en lo incesante de la adoración de los seres
vivientes. No que ellos no hacen otra cosa, sino que es su actividad continua
(Wallace, Patterson). Vale la pena adelantar que el coro que inicia esta primer
escena de adoración con los 4 seres vivientes irá en aumento hasta incluir a
todo lo creado en el cielo y la tierra (Osborne). Los seres vivientes van a celebrar
tres atributos de Dios: su santidad, su omnipotencia y su eternidad (Osborne).
2)
“Santo, santo, santo es el Señor”:
esta proclamación fue exactamente la misma que presenció Isaías por parte de
los serafines en su visión del trono de Dios (6:3) (llamado el trisagion en griego y Quedussah en heb., que sin duda se
convirtió en un himno cantado en la sinagoga y luego en la iglesia, Aune). La
triple repetición es la forma más enfática del superlativo hebreo: “muy muy
santo”, santísimo” (Stam). La extrema santidad de Dios indica su separación del
orden creado… es el “Completamente Otro”
que está sobre este mundo (Osborne, Mounce). Él es completamente
distinto al orden creado profano. Él es completa y absolutamente puro. En
Isaías 6:5, “ante la pureza de este Dios santo y glorioso, el profeta se
percibe a sí mismo y a su pueblo como impuro” (Jenni-Westermann, 753). ¡La
santidad de Dios produce un terror reverente en el pecador!
3)
“Dios todo poderoso” (o` qeo.j o` pantokra,twr). La frase traduce “Yahweh de los ejércitos” de Isaías 6. En la Biblia es únicamente a Dios que se
aplica este término. No existe nada que se escape al control de Dios (Mounce).
¡¡No es Domiciano, el emperador el todo poderoso, es Dios!! (tanto “señor Dios”
como “todo poderoso” eran títulos que usaba el emperador, Stam) Para unos
creyentes amenazados y próximos a experimentar una dura persecución imperial
(la todo poderosa Roma), la declaración de la ilimitada fortaleza de Dios era
fuente de ánimo y confianza (Mouce).
4)
“El que era, el que es y el que ha
de venir”: De la santidad y el todo poder de Dios los seres vivientes pasan a
exaltar la eternidad de Dios. El énfasis en el Dios que soberanamente controla
el pasado, el presente y el futuro. ¡Dios es eterno y soberano sobre la
historia, sobre el curso de la vida universal! “Ha de venir” literalmente es
“el que viene” (ptc. prest.), uno esperaría un “Será”, pero se cambia la lógica
a “el que viene” o “el que vendrá” (Stam) lo cual enfatiza la esperanza
cristiana de la intervención divina en la realidad histórica del hombre en la
persona del Mesías. ¡Es en esta concepción de un Dios que es Santo, todo poderoso, eterno y
venidero es donde los cristianos del 1er siglo y los de todos los tiempos
encontramos la respuesta a nuestras crisis! (Stam).
B.
Los 24 ancianos se unen a los
seres vivientes adorando a Dios como creador y sustentador de toda la creación
(vrs. 9-11):
1)
“Y siempre que aquellos seres…” Lo
que encontramos a continuación es una respuesta antifonal y corporal de los 24
ancianos a la proclamación de los 4 seres viviente. ¡Esta es la adoración en el
mismo salón del trono de Dios, llevada a cabo por los seres celestiales más
exaltados y cercanos al Señor! Para empezar se nos amplía la descripción de la
adoración de los seres vivientes, pues que es en ese contexto de adoración que
los 24 ancianos responden con la suya. La imagen es la de una adoración antifonal, como en Isaías “y
el uno al otro daba voces diciendo” (Stam).
2)
“dan gloria y honra y acción de
gracias”: los primeros dos términos se refieren a la gloria debida a Dios por
lo que él es, por su omnipotencia y eternidad que se acaban de mencionar
(Osborne). “Gloria viene del hebreo kabod,
que habla de la majestad y gloria del Dios soberano, vistos tanto en sus
manifestaciones físicas (teofanías) pero especialmente en sus actos en la
historia (Osborne). “Honra”, habla de la estima, respeto y reconocimiento que
Dios merece (Osborne). “Acción de gracias habla del reconocimiento de las obras
de Dios. Se le adora por lo que él es y por lo que él hace.
3)
“al que está sentado en el trono,
al que vive por los siglos de los siglos”: se recuerda a quién es dirigida la
adoración, enfatizando el lugar que él ocupa y lo eterno de su estado. Esta
misma descripción se repetirá en el siguiente versículo poniendo gran peso en
la idea. Juan y Dios quieren que los creyentes tengan sumamente claro quién es
el que tiene el control, quien es el soberano, el rey, el que domina
eternamente. ¡“Cuando nos centramos en el Dios que controla el futuro, sin duda
podemos sobrepasar las dificultades del presente”! (Osborne).
4)
“los 24 ancianos se postran… y adoran”: Juan
usa dos verbos distintos (pi,ptw y proskune,w),
ambos hacen referencia a la acción de caer postrado delante de alguien en
reverencia y respeto o súplica. Esto se hacía en el mundo antiguo ya sea ante
la deidad o delante del rey (Keener, Osborne). Aquí es delante del Rey de reyes.
5)
“echan
sus coronas”: los reyes vencidos acostumbraban a depositar su propia corona a
los pies el soberano vencedor en señal de sumisión incondicional (Stam). En el
caso de los 24 ancianos, esta honra y autoridad que les ha sido delegada es
devuelta al Único que es digno de honra universal (Mounce). Ante el que es el
Rey de reyes, ninguna honra o gloria personal tiene significancia ni valor,
cuando estamos ante él y vivimos ante el que está sentado en el trono, ninguna
gloria tiene valor ni razón.
6)
“Digno
eres… porque tú creaste todas las cosas” (vr. 11): mientras los seres vivientes
adoran a Dios por sus atributos (santidad, poder, eternidad), los ancianos lo
hacen (y en forma más directa, 2 per.) exaltando sus obras, su acto creador (Mouse).
“Por tu voluntad existen y fueron creadas”: lo que dicen los ancianos en su
expresión de adoración, en el fondo, de nuevo, y en otras palabras en que Dios
es soberano, todo lo que existe y sucede es por su soberana voluntad. Los
creyentes debían entender que todo lo que pasa no escapa al soberano plan de
Dios (Osborne).
Aplicación: 1) ¡Qué lección de adoración tenemos aquí¡ ¡Las
criaturas celestes nos enseñan de qué se trata la adoración al Dios de la
biblia¡ Nos enseñan dorar a Dios por sus
grande atributos. Él es el rey entronado que gobierna toda la creación, nada
escapa a su señorío, en cielo, todas las criaturas le adoran con gran emoción y
reverencia, dicen que él es santo, todo poderoso y eterno. Dan gloria y honor y
acción de gracias a él. Dicen que sólo él es digno. Pero no sólo nos enseñan
qué decir, nos muestran que adoración también se hace con el cuerpo, ellos se
postran y adoran a Dios, además de echar sus coronas a sus pies. ¿Eres tú de
los que no encuentras palabras para adorar a tu Dios o de los que no encuentras
razón para emocionarte ante él? Después de este sermón ya no hay excusa! 2) Por
otro lado, ¿Dónde deben quedar nuestras preocupaciones y temores cuando sabemos
que nuestro Dios es soberano sobre la historia y cuanto más sobre nuestras
vidas? 3) Y finalmente, ¿Dónde quedan nuestras glorias ante un Dios como este?
¿Dónde debe quedar nuestro orgullo, nuestras pretensiones de grandeza, de
superioridad? Acaso, esta visión del trono de Dios, lleno de esplendor, de
grandeza, de majestad no nos invita a echar a un lado todo ese bagaje
pretencioso que nos caracteriza a los seres humanos? ¿Dónde queda mi título, mi
casa, mi carro, mi puesto laboral, mi posición social, mi raza, mi colonia, mi
negocio, mi dinero, mi familia, etc, etc…? ¿Tenemos todavía nuestras coronas
puestas para exhibirlas? ¿A caso no nos demanda esta visión hacer lo mismo que
los seres celestiales? ¿Cuándo echaremos nuestras coronas ante la majestad del
Dios Santo, poderoso y digno? ¿Cuándo rendiremos totalmente nuestra vida ante
el verdadero soberano de la historia y la creación?
Quisiera
animarles a salir esa mañana pensando profundamente en que…
I/C: El Señor Dios gobierna en su trono sobre toda
creación, el cielo le adora ¿qué hago yo?
Conclusión:
Permítanme
terminar leyendo a un hermano que nos
reta profundamente al comentar este texto. Él dice: “¡Ningún error más fatal
que pensar que la adoración es un placentero pasatiempo espiritual para el
deleite sublime del alma! El Apocalipsis
nos enseña la asombrosa seriedad, la solemnidad y la peligrosidad de la verdadera
adoración… La adoración a un nivel meramente estético, por bella que sea, no es
más que una blasfemia y una abominación delante del Señor. La verdadera
adoración tiene que llevarnos al nivel ético y de la existencia. Estar delante
del Señor de la historia, que está sentado en el trono, significa tener que
comprometernos históricamente con su voluntad… Es imposible adorar
verdaderamente sin comprometernos en el acto con los valores del reino y la
voluntad de Aquel que está sentado en el Trono. De los contrario no es
adoración sino hipocresía” (Juan Stam).
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